miércoles, 18 de agosto de 2010
Carta
CasA tOMada
por María
José Cés *
San Pedro, 12 de Agosto de 2010.
Mi expulsión de Lobería gracias a los
agrotóxicos
“A través de
este relato quiero poner en público conocimiento lo que está pasando en los
hogares de muchas familias del interior cerca de campos donde se aplican
agrotóxicos.
Vivíamos con mi
marido y con mis hijas en una quinta de 2 ha en Lobería, a 4 kilómetros del
centro geográfico del pueblo (5 minutos por asfalto). La casa estaba ubicada en
una esquina alta del predio, a 10 metros de uno de sus alambrados perimetrales
y a 5 metros
del otro alambrado, donde daba la ventana de la habitación de mis hijas.
Todo lo que
rodeaba mi propiedad era un campo agrícola de soja/trigo (la dupla que se hizo
los tres años y medio que estuve allí).
Una mañana un
ruido que no conocía me hizo temblar de miedo en la cocina y una sombra tapó
temporalmente la luz que entraba por la ventana. Al asomarme vi con asombro
como sobre el borde del alambre más cercano bajaba una avioneta y despedía una
nube. Corrí a cerrar ventanas y puertas tratando de que el olor insoportable e
irritante no llegara al interior de mi casa y a mi hijita de 3 años que,
asustada, me miraba ir y venir.
Estuve
averiguando si podía reclamar que se cumpliera con los límites de fumigación
pero la respuesta de profesionales y amigos fue: “no te van a dar bola”.
Otro día me
sorprende otro ruido que con el tiempo se haría muy familiar: el motor de una
“mosquito” que justo daba la vuelta sobre el alambrado y seguía a lo largo del
otro. Salí corriendo a descolgar las sábanas y toallas pero no fue suficiente,
tuve que volver a lavarlas por el olor penetrante a producto tóxico que tenían (igual
al del “Bicherón” que conocía como insecticida de amplio espectro y altamente peligroso
al contacto con la piel).
Nuestra fuente
de agua era un molino ubicado al lado de mi casa entre los dos alambrados. Cuando
llovía luego de una aplicación, no podíamos usar el agua por el “olor fuerte”
que tenía.
La peor
experiencia ocurrió en este último verano cuando disfrutábamos de un asado
afuera con visitas del Sur. Éramos 6 adultos y tres nenas de 5, 3 y 1 año. Era
un día con viento por lo que supusimos que no tendríamos “problema” para
disfrutar de mi casa y su entorno. Pero en mitad del almuerzo una mosquito vino
a toda velocidad a aplicar sus venenos sobre el alambre a pocos metros de donde
comíamos. La reacción fue entrar a las nenas, la mesa y la comida. Uno de mis
invitados salió a gritarle al aplicador:
“… ¡¿Qué hacés,
no ves que estamos comiendo?!...”y el aplicador le respondió que el patrón lo
había mandado. Yo agregué: “… Pero con este viento pierden plata, se vuela
todo…” Y respondió “…Yo no sé, me mandaron. Ahora, empiezo más lejos y luego
sigo por acá…”.
Cuando entramos
a casa mi amigo se quebró y me dijo: “vos no podes vivir así”.
Hasta encontré
un bidón de glifosato al costado de mi lumbricario, con lo cual supuse que no
sólo no importaba si vivía alguien allí sino que además era un buen lugar para
tirar “sus desechos”.
En
charlas con un veterinario de muchos años allí (docente de la escuela aerotécnica
y muy respetado por la comunidad), me decía que le llamaba mucho la atención el
aumento de cáncer en bovinos detectados por él en los últimos años; todos
relacionados con campos donde se usaba glifosato.
En
ese momento decidimos con mi marido sacar a nuestras hijas de allí, y
olvidarnos de que crezcan en la ruralidad, de hacerlas amantes de los pájaros
que llenaban nuestros árboles; y olvidar tambièn los proyectos productivos
propios. Pudimos en pocos meses mudarnos a una ciudad, encontrar trabajo y
escuela, y poner en venta la casa. Pero así como nosotros tenemos la suerte de
poder hacerlo, hay miles que no tienen alternativas y deben quedarse y
exponerse al desprecio por sus vidas, de la de sus hijos y de sus hogares,
además de la contaminación y de las enfermedades consecuentes.
Por
eso y porque no quiero que mis hijas sean víctimas de un sistema productivo voraz
en el que vale todo a cualquier precio, quiero que se conozca esto y que entre
todos busquemos alternativas que beneficien y protejan a todos los miembros de
nuestra sociedad.”
* Ing. en Prod. Agropecuaria
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