LA
NOCHE DE LOS LÁPICES:
Por
Felipe Pigna *
El contexto:
La crueldad no tenía límites en
aquella Argentina ocupada de 1976 y esto estaba lejos de ser un defecto para
los usurpadores del poder y sus socios civiles. Era para ellos una de sus
virtudes, aquella decisión "inclaudicable" de reorganizarnos, de
llevarnos por la "senda de grandeza", aquellos "objetivos sin
plazos", aquel "marchemos hacia las fronteras", "el tiempo
y esfuerzo, esenciales para cualquier logro", el "achicar el Estado
es agrandar la Nación" y todo esa palabrería hueca que escondía el
vaciamiento del país y la peor matanza de la historia argentina.
Aquella matanza que contó con el
aval explícito del Departamento de Estado de los Estados Unidos, como lo
recordaba el ex embajador en nuestro país Robert Hill: "Cuando Henry
Kissinger llegó a la Conferencia de Ejércitos Americanos de Santiago de Chile,
los generales argentinos estaban nerviosos ante la posibilidad de que los
Estados Unidos les llamaran la atención sobre la situación de los derechos
humanos. Pero Kissinger se limitó a decirle al (canciller de la dictadura)
almirante Guzzetti que el régimen debía resolver el problema antes de que el
Congreso norteamericano reanudara sus sesiones en 1977. A buen entendedor,
pocas palabras. El secretario de Estado Kissinger les dio luz verde para que
continuaran con su 'guerra sucia'. En el lapso de tres semanas empezó una ola
de ejecuciones en masa. Centenares de detenidos fueron asesinados. Para fin del
año 1976 había millares de muertos y desaparecidos más. Los militares ya no
darían marcha atrás. Tenían las manos demasiado empapadas de sangre"(1).
El general-presidente Videla
quiso convertir aquella masacre en una incógnita declarando que el desaparecido
"no tiene entidad, no está ni muerto ni vivo, está desaparecido". La
elección de la palabra no es aleatoria, es perversa en boca del verdugo, de
quien no tenía ninguna duda sobre el destino de los prisioneros políticos y
exhibía en público el terrible método elegido para atormentar aún más a los
familiares, crear la incógnita sobre el destino de su ser querido.
Aquel desconocimiento era parcial
porque el horizonte del grupo familiar que sufría la pérdida era dramático y no
era tan incógnito el destino sufrido por la víctima como conocer el lugar de
detención y poder saber si seguía con vida. Sobre el resto no había incógnitas,
había certezas, dolor, soledad y búsqueda incesante. En aquel panorama la
represión en los colegios secundarios fue muy dura, y apuntó a terminar con el
alto nivel de participación política de los jóvenes en los centros de estudiantes
y en las agrupaciones políticas. Las invitaciones a vigilar y castigar pasaban
de la conferencia de prensa a la sala de torturas y a la muerte.
Secuestro y desaparición
de estudiantes secundarios:
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"Primero mataremos a todos los subversivos..." |
Muchos colegios secundarios del
país tienen hoy placas conmemorativas de sus alumnos desaparecidos. El hecho
emblemático, "didáctico" de aquel terrorismo de Estado fue el que
pasó a la historia como "la noche de los lápices", aquella noche del
16 de septiembre de 1976 -21 aniversario del derrocamiento del primer peronismo
por la autodenominada Revolución Libertadora- en la que fue secuestrado un
grupo de jóvenes militantes secundarios de la ciudad de La Plata y alrededores.
La que había sido la ciudad Eva
Perón era ahora el reino del general Ibérico
Saint Jean, autor "literario" de la inolvidable frase:
"Primero mataremos a todos los subversivos, luego a sus colaboradores,
después a sus simpatizantes, luego a los indiferentes y por último a los
tímidos". En la corte de Saint Jean había personajes de la talla del
general Ramón Camps y su mano
derecha- curiosidades de la literalidad- el comisario Miguel Etchecolatz. Fueron ellos los responsables directos del
secuestro, tortura y muerte de estos jóvenes, para los que nadie reclama
inocencia según los parámetros de una dictadura culpable por naturaleza y que
salen honrados de la vergonzosa afirmación que aún hoy, recuperada la
democracia, campea por estas tierras, ese "algo habrán hecho" que
tanto daño hizo y hace.
La lucha por el ½ boleto estudiantil:
…Claro que hicieron algo, mucho.
La mayoría de ellos provenían de
hogares de clase media, no tenían problema en pagar el boleto de colectivo,
pero sabían que había muchos de sus compañeros que no, que ya a esa corta edad
tenían antigüedad en sus trabajos y que había que conseguir el boleto
estudiantil para todos. Comenzaron a organizarse en cada colegio y del colegio
al barrio y de ahí a la zona y nació así la Coordinadora de Estudiantes Secundarios que nucleaba a miles de
ellos de todos lados y logró arrancarle al gobierno de Isabel aquel derecho.
Fueron días de festejo acotado, corrido por gases y vigilado de cerca por la
Triple A. Producido el golpe, la estrategia fue suspender en agosto de 1976 la
vigencia del boleto estudiantil y esperar la protesta y que los estudiantes
volvieran a luchar por lo que les correspondía. Las razzias duraron dos meses y
el pico de detenciones se produjo aquella noche de septiembre.
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Ramón Camps-GENOCIDA |
Recuerda Pablo Díaz, uno de los
sobrevivientes de aquel horror que: "hay un
documento de la Jefatura de la Policía de la Provincia de Buenos Aires que se
llama específicamente La Noche de los Lápices. Ese documento, firmado
por un comisario mayor Fernández, en ese momento asesor del Consejo del general
Camps y Etchecolatz, hablaba de que luego de desarticulados política e
ideológicamente los sectores "subversivos" como universitarios,
barriales, trabajadores, la piedra angular eran los "potenciales
subversivos", que eran los estudiantes secundarios que eran líderes en sus
escuelas. Ellos hablaban de "semillero", de "potenciales
subversivos"(2).
|
Miguel Etchecolatz - GENOCIDA |
Los jóvenes secuestrados en aquella
"Noche de los lápices" fueron arrancados de sus casas en la madrugada
y llevados inicialmente a la "División cuatrerismo" de la policía
bonaerense, donde funcionaba el centro clandestino de detención conocido como
"Arana". De allí pasaron a la "División de Investigaciones de
Banfield", tristemente célebre como el "Pozo de Banfield".
Allí conocieron el horror en toda
su expresión: "Nosotros, en el Pozo de Banfield, éramos adolescentes que
teníamos a nuestro cuidado mujeres embarazadas. En el período en que nosotros
estuvimos, desde septiembre a diciembre de 1976, fuimos testigos de tres
partos. A nosotros, que teníamos entre 15 y 17 años, nos ponían en un calabozo
con una compañera embarazada a punto de dar a luz y cuando ellas empezaban con
trabajo de parto teníamos que golpear fuertemente la celda. Estábamos en el
tercer piso y hoy se sabe que en el segundo piso de donde estábamos nosotros
estaba la sala de parto del médico (Jorge)
Bergés. Tuvimos tres situaciones de ésas. Golpeábamos la celda, las venían
a buscar y después escuchábamos el llanto del bebé. Nosotros, tanto los
adolescentes que estábamos en el traslado final como las mujeres embarazadas, a
las que el único cuidado apuntaba a lo que tenían dentro de la pancita, éramos
residuos. Como tales éramos mantenidos. No teníamos un destino
presupuesto".
|
médico Jorge Bergés- GENOCIDA |
Allí padecieron la tortura,
simulacros de fusilamiento y el vano intento de imponerles otra mentalidad, la
forma correcta de "procesar" aquel país y aceptarlo tal cual era en
1976, un país atendido por sus dueños. Tuvieron sus cuerpos pero no su
obediencia. Como dicen las pancartas de los estudiantes de hoy, …aquellos
lápices siguen escribiendo.
Notas:
(1)Declaraciones
de Robert Hill, embajador norteamericano en la Argentina durante la primera
etapa de la dictadura militar, en El Periodista, Buenos Aires, 23 de octubre de
1987
(2)Reportaje
a Pablo Díaz, en Felipe Pigna, "Lo pasado pensado", Buenos Aires,
Planeta, 2005.
* Felipe
Isidro Pigna
(Mercedes, Bs As, Argentina 29/05/1959) es historiador y escritor especializado
en la historia argentina.
Realiza trabajos en diversos formatos, apareciendo habitualmente en
distintos medios
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