En el mismo momento que corría la noticia supimos que nunca íbamos a olvidar. No por un “deber ser”, ni por una promesa parida entre lágrimas, sencillamente porque no nos saldría.
De todos modos es conocido que la historia continúa y por esto es importante dejar marcas para otros. Señales.
“Ojo, aquí hay una piedra con la que ya se partieron varios”, “Dale por esta que te lleva de la mano”, “Este tipo, miralo bien, es el asesino del maestro”.
Faros en mitad de la calle y de los ríos y de los libros. Faros instalando en la mañana, la fiera noticia con belleza, y no hay contradicción.
Cuando asesinaron a Carlos algunos lloraron, otros se inquietaron, alguno quizás fue indiferente; el Chelo dibujó.
El Chelo dibujó lo que Sobisch hizo.
Una historieta urgente.
Cuando la guerra se instaló en España, el general de derecha Francisco Franco dio la orden de destruir el pequeño poblado vasco de de Guernica.
Guernica tenía por entonces una población de unas 5.000 personas a las que habría que agregar las tropas que se retiraban para preparar la defensa de Bilbao y los refugiados que huían del avance nacionalista. No tenía ningún tipo de defensa antiaérea. Guernica, la capital cultural e histórica del pueblo vasco, era un pueblo indefenso.
El Bombardeo se realizó el 26 de abril de 1937 por la Legión Cóndor. Aunque no fue el primer bombardeo de la historia contra una población civil, sí es probable que sea uno de los más recordados y conocidos, y seguramente seguirá siendo reconocido por las futuras generaciones. En gran parte, porque de la paleta dolida y aturdida de Pablo Picasso saltó el “Guernica” , que recrea el horror de ese pueblo, de toda España, y de todo abuso.
El Guernica fue, es y será, una acusación contra el fascismo.
Cuentan que durante la II Guerra Mundial, cuando Picasso se instaló en un granero de la calle de los Agustinos, en París, lo visitó el alemán Otto Abetz, embajador de Hitler. El nazi Otto observó en una pared una foto que reproducía el Guernica y con ignorancia le preguntó a Don Pablo:
“¿Quién hizo esto? ¿Fue usted?”; y Picasso, le contestó:
“No, ustedes lo hicieron”.
¿Qué si estoy comparando a Chelo Candia con Pablo Picasso? Si.
Es que si Picasso viviera ahora y por aquí, yo esperaría de él un dibujo en la calle; gritón y maldecidor, dolido y hermoso, triste y necesario. Un dibujo para abrigarnos y aguantar la intemperie mientras pedimos justicia junto a Sandra; y un dibujo también y al mismo tiempo, que señale la justicia con el dedo y le pida que se arremangue. Es que “La pintura no está hecha para decorar ambientes. Es un instrumento de guerra ofensiva y defensiva contra el enemigo”. Esto lo dijo Pablo y lo transpira Chelo. Y aunque no es el único fin de una pintura, si es uno de sus fines.
Cuando se cumplió un año del asesinato de Carlos, Chelo nos dibujó en una pared “Con la tiza en el puño”. El trabajo le llevó dos días, se armaron andamios y escaleras. Ahí se comió, se tomó mate y vino, hubo risas, emoción, y un final entre reflectores que recuerdo callado y fuerte. Ese mural fue realizado de cara a todo el pueblo que lo vio asomar y crecer.
Hace tres días, de noche y a escondidas, alguien ingenuamente intentó tapar el mural con pintura. Pero no hay caso. No se puede tapar lo que hizo la política impune y Chelo dibujó. Hay imágenes que no tienen retorno. Por más que miramos la pared blanqueada sólo vemos el dibujo.
Son las 11 de la noche del 30 de diciembre de 2.009
No sé si mañana va a seguir lloviendo o estar bonito, no sé si prender el calefactor o armar la pelopincho que reclaman los chicos de la casa, y mucho menos sé como es que estoy tan seguro de que en este preciso instante, el Chelo está en hojotas juntando los pinceles.
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