jueves, 14 de enero de 2010
“La memoria perdida”
”Siempre es tiempo para no ser cómplices”
Pablo Renzi, Manifiesto de Tucumán Arde
El 8 de octubre de 1984, un “GRUPO DE TAREAS”, o patota paramilitar de la anterior dictadura, efectivizó el robo de los Tribunales Provinciales de la ciudad de Rosario. De allí se llevaron las identidades verdaderas de los integrantes del Servicio de Inteligencia del Comando del Segundo Cuerpo de Ejército que habían participado del terrorismo de estado y más de cien balances de otras tantas empresas que contribuyeron económicamente al genocidio en la zona del litoral argentino. El robo se hizo en plena democracia y a los pocos días de haberse presentado el informe de la Comisión Nacional de Desaparición de Personas. La policía no estaba protegiendo la zona de Tribunales y Feced que, debía estar preso, paseaba por la región como en sus mejores tiempos.
Nunca hubo justicia, ni memoria. Quedan sin identidad personas de alrededor de 30 años a quienes les debemos su verdadera historia: son los niños nacidos en cautiverio, y/ o secuestrados, cambiados de nombre y apellido y dados en adopción rápidamente para que no queden huellas de lo sucedido…
En una entrevista mantenida con la revista argentina Noticias el 23 de febrero de 1992, el general Benito Reynaldo Bignone, último presidente militar, confirmó las declaraciones de las fuerzas armadas según las cuales los archivos se habían destruido mientras él ocupó el poder, pues consideraban que la Ley de Pacificación, o Ley de Autoamnistía, había hecho "borrón y cuenta nueva", por lo que los archivos habían quedado "sin efecto"…
En Argentina, hoy, son los funcionarios de la democracia los que se llevan a casa, o alteran o destruyen información. No lo hacen por ingenuidad o desconocimiento, no son inocentes. Saben que la confección y clasificación de la documentación de la administración pública es clave para reconstruir procesos históricos, para rectificar hechos y construir opinión pública y memoria.
¿Por qué es poca, deficiente, insuficiente cuando no nula la documentación en todos los niveles, nacional, provincial y municipal? Todos los secretarios, subsecretarios, chíquitisecretarios (como diría María Elena Walsh) opinan, dicen y se desdicen: que “esto es lo mejor”, que “hasta acá llega el presupuesto”, que “pocos archivos se descubrieron de la dictadura”. Lo cierto es que descansan en la Ley 15930, del año 1961, que crea y regula el Archivo General de la Nación, pero fundamentalmente se amparan en los DECRETOS de la dictadura militar de esa ley (232/79 y 1571/81) para el descarte y la destrucción de archivos, en vigencia hasta la fecha.
La clase política construye así la desmemoria colectiva. Igual que el último dictador, hace “borrón y cuenta nueva”, para que la cuenta nueva sea una historia oficial, blanqueada, sin verdad y sin justicia, al servicio de la pequeña minoría poderosa y dominante.
No necesita que las ratas se coman los papeles, aunque pueden ayudar, tanto como los medios de difusión (en poder de pocas manos…aliadas). El recorte que se realiza sobre los hechos es manipulado a piaccere, todo bajo la ley, claro, todo en regla.
Los que trabajamos por la memoria tenemos mucho por hacer, por aprender, por enseñar: ejercer nuestros derechos de reclamar y peticionar ante las autoridades, de acceder a la información y difundirla, de expresar libremente nuestras ideas y publicarlas sin censura previa, de rescatar los olvidos, de recuperar lo perdido por muchos, de organizarnos, de graffitar los muros, de exigir justicia y mientras no la haya apelar a métodos conocidos como el escrache o nuevos, por inventar. La construcción colectiva de la memoria es tarea diaria.
"Cuando se dictó la Ley de Pacificación, luego llamada de Autoamnistía, se especificaba que todos los antecedentes de los beneficiados quedarían sin efecto y por eso se incineraron. No creo que hubieran podido aportar algo nuevo, por eso dictamos la ley como un intento de hacer borrón y cuenta nueva".
Comentario de Benito R. Bignone.
El cronista del siglo XVI Fray Pedro de Landa expresa en su Relación de las cosas del Yucatán:
“Hallamos gran número de estos libros, y porque no tenían cosa en que no hubiese superstición y falsedades del demonio, se los quemamos todos”...
M. D. (para Museología-2008)
Notas que dialogan:
I) DEL OLVIDO Y DE LA MEMORIA
Primer Encuentro Iberoamericano
“CULTURA Y DESARROLLO: RETOS Y ESTRATEGIAS”
La Habana, Cuba. 19 al 23 de noviembre de 1995
Autor: Rubén Naranjo
La definición de cultura nos remite a las realizaciones del hombre, al mundo por él creado, tanto en las concreciones materiales como en las especulaciones intelectuales. Así, el lenguaje, el arte, el derecho, la economía, la religión, la política, son algunas de sus expresiones. Todas ellas se articulan en los distintos momentos históricos y se perciben como una unidad dialéctica de acuerdos y confrontaciones pero no gravitan de igual manera porque las sociedades tienen diversas aspiraciones y como consecuencia de ello, algunas de aquellas expresiones se evidencian, circunstancialmente, más que otras.
El culto a la belleza devino en la acabada manifestación artística de la Grecia Clásica, la profunda religiosidad del Medioevo justificó el anónimo trabajo donado durante años y décadas para levantar las impresionantes catedrales de ese período; los interrogantes del siglo XV alumbraron un renacimiento que ubicó al hombre en el centro de todos los acontecimientos y le permitió conquistas insospechadas.
El siglo XX se presenta como el de los mayores logros materiales porque los recursos tecnológicos que lo caracterizan posibilitaron la concreción de proyectos muy ambiciosos que transformaron los procesos de producción y modificaron profundamente las relaciones económicas existentes. A muy pocos años de terminar el segundo milenio, la economía aparece como la gran protagonista porque por imperio de sus exigencias la dirigencia política asume peligrosos comportamientos y los variados efectos que originan las actividades específicas afectan la situación de millones de personas -más allá de la economía- comprometiéndose la misma existencia física. No han sido ajenas a sus postulaciones las guerras mundiales y la conformación de movimientos tan autoritarios como el nazismo -máxima aberración del capitalismo- responsable del mayor genocidio de la historia. Los pronunciamientos de la economía involucran a todos los individuos, por supuesto, de manera dispar. Por una parte se consagra a una reducida élite como titular de todos los bienes y por otra se condena a mayoritarios sectores sociales a integrar bolsones de pobreza en los que se verifican condiciones de vida inhumana. Como no obstante esta dolorosa realidad, en sofisticados centros de poder, se sostiene que existe un sostenido desarrollo económico, es posible afirmar que tal desarrollo es incompatible con el pleno ejercicio de los derechos sociales. Las violaciones que produce son de tal magnitud que en los foros internacionales realizados en los últimos años se produjeron pronunciamientos muy severos. En la “Cumbre de la Tierra” (Brasil, 1992) se expresó que todo desarrollo debía tener a la justicia social como objetivo y reconocer que el respeto por la naturaleza y la eficacia de la economía no podían ser enunciados como un fin en sí mismo. En la “Cumbre de Copenhague” de marzo de 1995 se denunció la tremenda pobreza existente, siendo Fidel Castro quien más enfatizó la cuestión:
“En un mundo donde el caos y la anarquía reinan bajo las ciegas leyes del mercado no puede haber desarrollo social. Es mentira, todo engaño (...) Que haya pobres en los países desarrollados es sencillamente una vergüenza; que no se pueda reducir el desempleo y que éste crezca con los avatares tecnológicos es una prueba de lo irracional del sistema imperante”.
En América Latina, adscripta a los postulados del mundo occidental, desarrollo es sinónimo de desempleo, desocupación, miseria y marginalidad. En conjunto conforman el fenómeno de exclusión social masivo que caracteriza su presente.
Las represiones
La exclusión ofende, humilla, degrada. Convierte al hombre en una sombra sin piel. Y lo avergüenza porque es condenado a deambular con los ojos sin luces, con los pasos quebrados, recayendo sobre él toda la legislación represiva de las sociedades construidas sobre el privilegio de muy pocos y las privaciones de la mayorías. Los programas económicos actuales conducen a la desesperación de las personas, camino que lleva al aniquilamiento, a la desaparición física. Ahora apelando a tácticas distintas a las que hace pocos años pusieron en práctica los gobiernos totalitarios del continente, también para imponer pautas económicas de contenido antipopular. La represión que se instrumentó, principalmente en las décadas de los ´60 y ´70, por parte de los militares y civiles que destituyeron a gobiernos constitucionales, estuvo destinada a liquidar los intentos de resistencia que fueron organizados en los pueblos para enfrentar las políticas impulsadas por los usurpadores. Los integrantes de los cuerpos legales y paralegales (militares y policías) no reconocieron límites en las acciones que emprendieron y como consecuencia de la violencia ejercida contra hombres, mujeres y niños, se sembró de cadáveres todo el continente. En la República Argentina se cometieron secuestros, torturas, asesinatos y desapariciones de personas -adultos y niños- durante el período correspondiente a la última dictadura militar (1976-1983) con la total impunidad que otorgaba la imposición de una estructura jurídica convalidante del accionar faccioso de las bandas asesinas y también el silencio cómplice de sujetos sociales directamente vinculados a los intereses del poder político que se desempeñaban en espacios expectantes: medios intelectuales, empresariales y religiosos. Las víctimas no pudieron apelar a ninguna de las instituciones existentes para reclamar contra los atropellos sufridos porque los partidos políticos, los sindicatos, las cámaras empresarias, las asociaciones profesionales, la iglesia argentina, guardaron total mutismo. Fueron las propias víctimas, sus familiares, sus amigos, quienes reclamaron ante los genocidas. Así surgieron los distintos organismos defensores de los Derechos Humanos. Madres de Plaza de Mayo adquiere presencia emblemática en la desigual lucha entablada entre el poder y los atormentados, cuyos reclamos nadie atendía.
APARICIÓN CON VIDA Y CASTIGO A LOS CULPABLES
Fue la consigna acuñada en los años de terror. Aún tiene vigencia porque la restringida democracia actualmente existente en el país no solamente no investigó lo ocurrido durante los “años de plomo” sino que sus responsables fueron eximidos de pagar sus crímenes merced a la aplicación de las leyes de “punto final” y de “obediencia debida” sancionadas por el Parlamento y el posterior indulto decretado por el presidente Menem. Cientos de los integrantes de los llamados “grupos de tareas”, es decir, los individuos que secuestraron, torturaron, violaron y mataron, fueron reincorporados a la sociedad sin haber respondido por las atrocidades cometidas. De éstas, es posible considerar a la desaparición de personas como la más inhumana y perversa porque su efecto permanece intacto a través del tiempo y determina para los familiares de las víctimas y los círculos en los cuales desarrollaron sus tareas sociales y políticas el mantenimiento de un estado de angustia imposible de ser saldado. Hombres, mujeres y niños, arrebatados de sus hogares, de sus lugares de trabajo, de sus ámbitos de estudios, fueron condenados a vivir sin vida y a morir sin muerte. No están en el hoy, no forman parte de los avatares cotidianos pero tampoco es posible congelarlos en el pasado, dejarlos atrás, evocarlos, como si sus historias hubiesen concluido. (1). Las desapariciones llevadas a cabo en varios países del continente -Brasil, Guatemala, Nicaragua, Chile, entre otros- tuvo en los militares argentinos a los ejecutores que aplicaron con mayor celo este método instrumentado por los nazis. En efecto, como Hitler entendía que fusilar a los resistentes franceses que enfrentaban a las tropas de ocupación era convertir a los combatientes -maquis- en mártires, dispuso trasladarlos “al amparo de la noche” y posteriormente hacerlos desaparecer. El decreto Nach und Nebel (Noche y niebla) cuya aplicación correspondió al Jefe del Supremo Comando Alemán, mariscal Wilhelm Keital, en una directiva de febrero de 1942 establece: “... Los prisioneros deben ser llevados secretamente a Alemania (...) Estas medidas tendrán un efecto intimidatorio, porque (a) los prisioneros se desvanecerán sin dejar rastros; (b) no podrá darse información alguna respecto a su paradero o su suerte”. El mismo Keite (condenado en el juicio de Nuremberg y ahorcado el 16-10-46) decía en otra directiva: “Una intimidación efectiva sólo puede ser lograda con la pena máxima o con medidas mediante las cuales los familiares del criminal y la población en su conjunto desconozcan la suerte que ha corrido” (2). No sólo la denominación de “criminal” otorgada a los resistentes es adoptada por la represión en América del Sur, Centro y del Caribe para designar a las personas que enfrentaron a los regímenes autoritarios sino que también se cumplió con la metodología pergeñada por los nazis. Las atrocidades cometidas por éstos fueron tan monstruosas -campos de exterminio, cámaras de gas- que la desaparición de personas quedó eclipsada, pero en los países latinoamericanos esta siniestra forma de tormento fue aplicada salvajemente. En la República Argentina aún se reclama por el destino de treinta mil desaparecidos, incluyendo entre éstos a más de quinientos niños cuyos trágicos destinos fueron la muerte, la venta y la apropiación por parte de los mismos represores. La Asociación Abuelas de Plaza de Mayo se constituyó en 1977 y desde entonces se ha enfrentado con todos los poderes del Estado para localizar los niños secuestrados junto a sus madres y a los nacidos en cautiverio. La lucha para lograr la restitución a sus familias biológicas ha sido -y es- heroica porque en tiempos de la dictadura militar se negaba toda colaboración y habilitada la raquítica democracia actual, los intereses de la conducción política del país están más próximos a los de los apropiadores que a los de las víctimas. La justicia ha trabado de todas las formas posibles la restitución de los niños, no obstante fueron localizados cincuenta y cinco de ellos. (3) Entre los anhelos de las Abuelas para encontrar a sus nietos y el manifiesto desinterés del Estado para favorecer los encuentros, se inscribe la gesta de estas valerosas mujeres quienes, además de reclamar permanentemente por sus derechos, impulsaron la creación de un centro científico que permitiese la efectiva identificación de los menores. Así, se habilitó en 1984, el Banco Genético Nacional -único en el mundo- que hace posible determinar la filiación de los niños desaparecidos mediante la realización de complejas pruebas de polimorfismo genético (ADN) y de histocompatibilidad (HLA) (4). Las tareas que desarrollan las Abuelas ennoblece la condición humana porque no obstante las tremendas dificultades que deben superar, no saben de claudicaciones. Obstinadamente persisten en la búsqueda de los niños desaparecidos. Estela Barnes de Carlotto, actual presidenta de la Asociación, dice: “... si un grupo de abuelas, con mucho amor y dolor, sin poder económico ni político, hemos podido reparar en algo el agravio infligido a nuestros nietos, que refleja también el agravio a la niñez en gral., ¡qué no podrían revertir el destino de tantos niños sufrientes los poderes del Estado, la política, el Parlamento, la Justicia, los poderes del Hombre (que alguna vez fue niño)! (5)
El Olvido y la Memoria
Pese a los doce años de vida constitucional es posible afirmar que desde los más relevantes lugares políticos se instrumentaron estrategias para ocultar el pasado. No solamente se anularon las responsabilidades de los asesinos si no que no se instaló en la sociedad la necesidad de investigar los acontecimientos que enlutaron al pueblo argentino.
De aquellos apocalípticos años subsistieron múltiples huellas, rasgos inconfundibles de las atrocidades cometidas: testimonios de las víctimas; testigos de procedimientos; declaraciones de detenidos liberados; cartas y notas de hombres y mujeres cautivos -aún desaparecidos- que pudieron enviar, eludiendo los controles represivos, en las que relatan los tormentos sufridos y describen los centros clandestinos de detención, posteriormente reconocidos (6); identificación de muchos de los represores, declaraciones de los llamados “arrepentidos”. Pero estas manifestaciones probatorias del horror impuesto a la sociedad no fueron ofrecidas como argumentos irrefutables del oprobio vivido, sino por el contrario, fueron utilizados para mantener vigente el miedo del pasado y así se creó un escudo de silencio que, poco a poco, desdibujó el perfil de la tragedia. En otras palabras, se fue construyendo el olvido. Desde su espacio específico se apeló a la necesidad de superar lo acontecido, a disculpar los excesos, a perdonar las afrentas y a mirar el futuro como si el espanto no haya desgarrado el cuerpo social. La permanente descalificación de las víctimas, la impunidad de los victimarios y el reconocimiento de muchos de estos mediante promociones en los distintos ámbitos de pertenencia: fuerzas armadas, justicia, iglesia, partidos políticos, fueron los recursos con los cuales el olvido ingresa en la sociedad con la pretensión de desconocer las luchas del pueblo para conquistar un mundo más justo. El olvido es una estrategia instrumentada por los dueños del poder para no responder por sus crímenes. Sus personeros tienen que inventar discursos y acciones destinadas a borrar las huellas de los delitos en los que incurren para mantener su hegemonía. Las víctimas no deben recurrir a ningún pretexto: recuerdan siempre. La mano levantada contra el pueblo permanece inalterable en la memoria de quienes sufrieron las consecuencias de sus golpes y por ello -aún en desiguales circunstancias- no cejan en sus reclamos y exigencias de justicia. ¿Pudieron los militares haber imaginado que un puñado de mujeres los hayan enfrentado y muchos años después de haberse iniciado la cacería humana que organizaron, les sigan pidiendo cuentas por los crímenes cometidos? El 5 y 6 de octubre de 1995, se realizó el XXXI Encuentro Nacional de Madres de Plaza de Mayo. En el documento final denominado “Llamamiento a los jóvenes”, dicen: “...Les decimos que no abandonen la lucha, que el OTRO es uno mismo, que no negocien, que la utopía no ha muerto, que las fantasías, las esperanzas, los sueños están en cada lucha. EL HOMBRE NUEVO con que soñaban nuestros hijos es el que jamás aceptaría la impunidad, la tortura, la muerte, la corrupción; EL HOMBRE NUEVO que ayudamos a formar las madres, tiene que vivir en absoluta libertad, sin miedo y esencialmente, con AMOR. Porque hace 18 años que marchamos por la Vida con voluntad combativa reivindicando a nuestros 30.000 hijos, tenemos en ustedes la esperanza que esta lucha no se pierde porque no será abandonada. Son la semilla que brota con fuerza de planta nueva que dará sus frutos y el país soñado será realidad”. Las Madres y Abuelas ocuparon la Plaza de Mayo hace casi décadas. Otros organismos de Derechos Humanos también participaron -y participan- desde entonces del enfrentamiento con el Estado para obtener las sanciones que merecen los genocidas. (7). Los hijos de los desaparecidos suman sus voces a los reclamos. Se constituyeron como entidad y el 30 de abril de este año publicaron una “Carta abierta a la Sociedad Argentina”. Dicen: “ ...Cuántas escuelas llenarían con los hijos de los asesinados, los desaparecidos...? ¿Cuántos miles debieron crecer lejos de su tierra?. Durante años crecieron sin sus padres. Huyendo de un lugar a otro sin hogar. Sin hablar. (...) Esta historia es nuestra historia. Nosotros somos sus hijos. Hemos crecido. Hoy estamos juntos no sólo para preguntar sino también para hablar y exigir. Esta sociedad es hija del silencio y el terror y se pretende tender un manto de olvido sobre la historia de nuestro país. Nosotros no somos partícipes de ese muro de silencio: queremos quebrarlo. (...) Sabemos quiénes son nuestros padres. Exigimos saber: qué pasó con ellos? dónde están? dónde están nuestros hermanos, los que se llevaron, los que nacieron en cautiverio y nunca más encontramos? quiénes dieron las órdenes? quiénes las ejecutaron? quiénes son los responsables del genocidio? ...”
H.I.J.O.S. (Hijos por la Identidad y la Justicia, contra el Olvido y el Silencio) es el nombre que eligieron para decir al mundo que la lucha no ha cesado, que la Memoria construye su morada todas las horas, todos los días, permanentemente. Ella conserva, con mucho celo, las pequeñas y grandes epopeyas populares. Es como un espejo roto cuyos trozos han sido unidos y permiten ver la realidad fragmentada en múltiples cristales luminosos -la lucha de los hombres- y, simultáneamente, también ver sus bordes como breves canales que dibuja la irregular trama de los tiempos -las cicatrices de los hombres-.La Memoria es la compañera inseparable de los marginados, los perseguidos, los proscritos, quienes pese a las impías e implacables leyes de la economía capitalista, prevalecen sobre todas las circunstancias desfavorables para afirmar el valor de la lucha y la vigencia de las utopías. En la memoria colectiva de los pueblos que pelean por su dignidad, viven plenos de sol, quienes combaten más allá de la esperanza -como lo requería Sandro Pertini- y en esa pelea se enhebra el pasado y el presente. Como un río caudaloso, incontenible, la Memoria invade el estéril territorio del olvido, que retrocede entre el embate de los justos. Ayer fueron las Abuelas, las Madres, hoy son los hijos. Siempre es el pueblo.
NOTAS
(1) Hace un par de meses, el padre de un joven secuestrado en 1978 me decía que no se podía mudar de casa, pese a las pésimas condiciones en la que se encontraba, porque “si Tito vuelve y no nos encuentra, lo perdemos para siempre”.
(2) Amnistía Internacional. Desapariciones. Editorial Fundamento, Madrid, 1983.
(3) De los 55 niños identificados, 28 fueron restituidos a sus familias biológicas, 13 permanecen, con acuerdo de sus abuelos, con las familias sustitutas, por desconocer éstas el origen de los niños y haber aceptado la identidad de los menores. En 7 casos tienen aún las causas jurídicas sin resolver.
II) La memoria perdida:
Archivos, desidia y falta de información
Entre funcionarios que al terminar su período se llevan los papeles y aquellos que la destruyen por considerarla poco importante, la calidad de la documentación en nuestro país sigue siendo mala.
Por Laura Zommer
(Para La Nación- Domingo 28 de octubre de 2007)
Si tienen que hacer ciertas cosas, háganlas rápido y vuelvan lo antes posible a la normalidad." Las palabras de Henry Kissinger al interventor militar en la Cancillería argentina, César Guzzetti, dos meses y medio después del golpe del 24 de marzo de 1976, quedaron registradas en un memo de aquella reunión -uno de los cerca de 70 mil documentos de la CIA y de los departamentos de Estado y de Defensa norteamericanos sobre la represión de las dictaduras del Cono Sur que ha logrado desclasificar el National Security Archives (NSA)- que hoy prueba de manera categórica que el gobierno de los Estados Unidos siempre estuvo al tanto de la represión ilegal en la Argentina.
Además de servir para reescribir la historia oficial, la documentación obtenida -haciendo uso de la Freedom of Information Act (FOIA), la ley de acceso a la información de ese país- fue fundamental para esclarecer el destino de una docena de desaparecidos en la Argentina, cuyas familias venían peregrinando vanamente en busca de información desde hacía varios años.
Sólo con este ejemplo, uno de los miles que han ocurrido en el mundo gracias a la desclasificación de información oficial, uno entiende que la confección y conservación de documentos de la administración pública no es un mero capricho de archiveros aburridos o funcionarios fanáticos por juntar papeles, sino que puede ser clave para reconstruir o rectificar procesos históricos y para rescatar del dolor de la incertidumbre a familias enteras. La gran Historia y la pequeña historia individual coinciden en este punto.
En Argentina, sin embargo, entre funcionarios que al terminar su período se llevan los papeles a casa, otros que alteran la información de sus computadoras para no dejársela a los sucersores y algunos que por ignorancia destruyen documentos que consideran poco importantes, la calidad de la documentación en nuestro país -en los niveles nacional, provincial y municipal-todavía es mala.
Según quién sea el interlocutor, por supuesto, el diagnóstico será más o menos grave.
Pedro Victorio Bevilacqua, subdirector del Archivo General de la Nación, repite la misma frase que ya crispó a sus jefes hace algún tiempo: "Estar en el Archivo es estar sentado sobre una montaña de oro. Pero, nos dan dos chapas de cartón y nos dicen: "Tápenlo".
Pero Marta Oyhanarte desafía: "Este es el período de la historia argentina en el que más se trabajó y avanzó a nivel nacional en estos temas de acceso a la información. Desafío a cualquiera a que me pruebe lo contrario". Sin embargo, la titular de la Subsecretaría para la Reforma Institucional y Fortalecimiento de la Democracia, el organismo que debe hacer cumplir el Decreto 1172 de diciembre de 2003 -que prevé un reglamento para acceder a información de la administración central-, reconoce que falta mucho y que "hay aún carencias y, una de ellas, es la cuestión del registro, la organización de la información oficial y su archivo".
Aunque más crítico, Bevilacqua, el hombre que custodia un tesoro en donde hay desde fotos de la vida cotidiana en la época colonial hasta decretos recientemente firmados por Kirchner, también reconoce avances: el aumento previsto en el presupuesto 2008 permitiría digitalizar la documentación hasta 1939. Pero, claro, aun cuando el Archivo pudiera cumplir con su trabajo como se debe, si la información no se produce o no se envía para su guarda, probablemente se avance poco.
Empezar de cero
Los archivos de los ministerios y demás organismos del Estado son lugares singulares. En ellos suelen convivir funcionarios entrenados, celosos y comprometidos en la guarda de la documentación, que muchas veces se enfrentan con los funcionarios políticos de turno en pos de la conservación de ciertos documentos, y agentes estatales castigados por alguna razón y relegados a pasar sus días apilando o clasificando papeles a los que dan poca importancia.
Y a veces hay intencionalidad. "Muchísimos funcionarios se llevan la información cuando terminan su gestión porque creen que les pertenece", advierte Roberto Saba, director ejecutivo de la Asociación por los Derechos Civiles (ADC). Varios funcionarios de gestiones anteriores y actuales lo confirman en off de record , igual que dos jueces federales porteños. "Decenas de funcionarios relatan que llegan a sus oficinas al inicio de su gestión y casi no encuentran ninguna información sobre lo que se estaba haciendo hasta ese momento. Bajo esta lógica, las políticas se comienzan desde el principio una y otra vez", agrega Saba.
Los dos magistrados consultados, cuya tarea consiste básicamente en reconstruir hechos recientes de corrupción o tráfico de drogas, confirmaron que, en la práctica judicial, se advierte que muchos funcionarios se llevan los archivos -originales o, a veces, copias- sin tener mayor consciencia de que eso está prohibido. "A veces, los presentan como prueba de defensa", contó uno. Además, mencionaron casos en los que encontraron computadoras reseteadas antes de que se produjera un allanamiento en una repartición estatal o adulteraciones de documentación gracias a la tecnología.
La ignorancia también hace lo suyo. Es bien conocido que fueron pocos los archivos de la dictadura argentina que se han descubierto en el país. Uno de ellos fue el de la División de Inteligencia de la Policía de Santa Fe. ¿Qué pasó con él, en plena democracia? Cuando lo abrieron, por ley, decidieron que cada persona se llevara su legajo o el de su familiar desaparecido o asesinado. Algunos, dejaron copias. Otros, ni eso, ya que la ley no lo preveía.
Sin duda, no existe ningún rincón del mundo donde no haya secretos y todo -aun las verdades más incómodas- se haga público. El problema es que, según la mayoría de los especialistas, es poco lo que se ha hecho para avanzar en materia de registro, producción de información y archivo.
De hecho, la Ley 15.930, que crea y regula al Archivo General de la Nación, es de 1961, y los dos decretos reglamentarios de esta norma, que también están vigentes, fueron dictados durante la última dictadura militar: uno fue firmado por Jorge Rafael Videla y Albano Harguindeguy y, el más reciente, por Roberto Eduardo Viola y Tomás Liendo.
Esos decretos reglamentarios dictados durante gobiernos de facto prevén el descarte de documentos y la destrucción de archivos administrativos y documentación pública "que no merezcan ser conservados". ¿Quién decidía entonces qué se guardaba y qué no? Y ahora, ¿quién lo hace y con qué criterios? ¿Quién le indica a cada uno de los funcionarios de la Argentina qué información debe registrar o mandar al Archivo para conservar y cuál no?
Es más, ¿por qué, si pasaron casi 24 años desde la restauración democrática, nunca se dictó una nueva ley de archivos? ¿Cómo se explica que el Archivo funcione aún en la órbita del Ministerio del Interior? ¿Cómo se prevé conservar en el futuro la información que hoy el Estado genera en diversos programas informáticos que, probablemente, ya no existan cuando alguien quiera consultarlos en algunas décadas?
Una posible respuesta es que nadie -o, para ser justos, sólo unos pocos- presta verdadera atención a este asunto. Por ejemplo, el Decreto 1172/3 estableció un sistema para que todos los funcionarios de cierta jerarquía publiquen en Internet las reuniones que puedan implicar conflictos de intereses. De hecho, en www.mejordemocracia.gov.ar uno puede enterarse de con quién se reunió el Presidente hasta hace tres días atrás. Pero, claro, nunca suele haber información demasiado precisa.
Como ésta, por ejemplo: el diario El País de Madrid publicó el 25 de septiembre último que George W. Bush avisó al ex presidente José María Aznar que estaría en Bagdad en marzo de 2003 con o sin resolución de la ONU y que el jefe de Estado español le pidió apoyo en la opinión pública. La nota, que revela el contenido de una reunión que mantuvieron Bush y Aznar cuatro semanas antes de la invasión de Irak, pudo escribirse gracias a que la información de las reuniones presidenciales se publica periódicamente en los Estados Unidos.
Ratones en la historia
El director del Proyecto del Cono Sur del National Security Archives, Carlos Osorio, que colaboró y colabora con la Justicia argentina a raíz de sus hallazgos, explica cómo trabaja su organización: "Hacemos una tarea de hormiga. Seleccionamos episodios importantes de la historia y formulamos entre 500 y 1000 pedidos sobre un mismo asunto a diversas reparticiones del Estado para reconstruir lo que pasó realmente y, muchas veces, reescribir la historia". Además de averiguar sobre la Guerra de Malvinas y el Plan Cóndor, Osorio y sus compañeros trabajaron con la política de los EE.UU. con Venezuela entre 1990 y 2000, el llamado caso Irán contras y la invasión de Bahía Cochinos, entre otros episodios relevantes de la historia reciente. Los documentos obtenidos pueden consultarse en www.gwu.edu.
"Es extraordinario poder reconstruir episodios desde acá y tristísimo que no pueda hacerse desde el lugar donde ocurrieron", agrega Osorio, que prevé entre sus futuros proyectos solicitar la misma información en los EE.UU. y en la Argentina sobre las medidas que llevaron a la crisis de 2001. ¿Pasará ahora lo mismo que con las decisiones de la dictadura, volveremos a reconstruir desde allá?
En Nueva Zelanda, las cosas, desde hace un tiempo, son diferentes. En el Archivo General del país, que Oyhanarte visitó recientemente junto con el intendente de Morón, Martín Sabbatella, y otros jefes comunales, hay una bóveda similar a la del Banco Central de la República Argentina. Pero en ella, no se atesora dinero sino el Tratado de Waitangi, firmado el 6 de febrero de 1840 entre los maoríes y la Corona Británica y considerado el acta fundacional de Nueva Zelanda. El documento tiene una forma particular y sus bordes llaman la atención por lo irregulares. ¿Cuál es la explicación para ello? Que literalmente lo comieron los ratones y, sólo después de eso, las autoridades neozelandesas tomaron conciencia de que su desidia, ayudada por dientes de varios roedores, estaba comiendo su historia.
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